jueves, 27 de junio de 2013
La histórica falta de infraestructura productiva en Chiapas
Yo me pregunto qué se discute al interior de las oficinas estatales de las organizaciones patronales como la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) o el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) en Chiapas respecto de la carencia de infraestructura productiva en el estado. ¿Qué mensaje le transmiten a sus directivas nacionales respecto del precario estado de los factores de la producción en el estado? Los factores de la producción, de acuerdo con la teoría económica, lo constituyen la tierra (recursos naturales, etc.), el trabajo (mano de obra calificada) y el capital (tecnología, innovaciones, etc.). De los tres factores mencionados, me concentraré en hacer observaciones al trabajo y al capital en Chiapas.
El trabajo en el estado es de muy baja cualificación –en buena medida debido a la bajísima media educativa en la entidad-, por lo que una inversión local se realiza a un elevado nivel de riesgo, expuesto a un incierto proceso de aprendizaje pues se construye sobre pantanosos cimientos de educación básica.
Por el lado del capital, hay una bajísima tasa de acumulación de capital en la entidad, lo cual se observa en la baja tecnificación de las actividades productivas, en las que aún predomina el uso intensivo de la mano de obra y sólo en contados enclaves existe la implementación de tecnologías de punta. Lo anterior es comprensible si se tiene en cuenta que la implementación de tecnologías de punta requiere de toda una cadena de insumos: refacciones, técnicos, capacitación, los cuales van formando un cluster o conglomerado de ingredientes que sostienen a estas tecnologías de punta.
Dichos ingredientes descansan en gran medida en dos pilares básicos: un mercado tecnológico y personal calificado, de lo cual también carece el estado. Así, la baja tasa de inversiones en la entidad se explica por medio un círculo vicioso que los aspectos anteriores dibujan: carencia de tecnologías de punta, incompleta cadena de insumos tecnológicos, ausencia de personal altamente calificado, alto nivel de riesgo para las inversiones.
Roma no se hizo en un día y existen notables esfuerzos recientes con el fin de construir las capacidades locales arriba mencionadas. Suponiendo entonces que dichos esfuerzos avanzan por la senda correcta, esto es, que nuestro sistema educativo y, en especial, nuestras Instituciones de Educación Superior (IES) logren formar los ingenieros, científicos y demás fuerza laboral calificada, el otro aspecto que queda aún pendiente es la ausencia de infraestructura productiva.
La infraestructura productiva, como su nombre lo sugiere, es lo que sostiene a la estructura productiva; y está constituida por el conjunto de bienes y servicios públicos y privados que posibilitan el desarrollo de la estructura productiva, como son las carreteras, caminos, puentes, vías ferroviarias, puertos, aeropuertos, naves industriales, servicios de logística para el transporte y almacenamiento, entre otras.
Aquí debe distinguirse con claridad algo que los gobiernos del estado han confundido muy a menudo: la infraestructura productiva y la infraestructura social no son lo mismo. La infraestructura social responde básicamente a necesidades de desarrollo de la sociedad, en el que suele predominar un enfoque de apoyo prioritario a aquellos miembros de la sociedad más marginados.
La confusión ha surgido cuando se ha ido limitando la construcción de infraestructura a mayoritariamente infraestructura social. Lo anterior se explica en buena medida por el criterio de gobernabilidad que ha prevalecido en la toma de decisiones estatales, en la que se da prioridad a invertir el dinero del estado ya sea en grupos que son más activos en sus protestas (obedeciendo a un sub-criterio de paz social) o en demandas sociales que reditúan en mayor popularidad (obedeciendo a un sub-criterio electorero).
No quiero que se malentienda lo anterior: realistamente –y no utópicamente apegado a la teoría del Estado pura- es comprensible destinar recursos para garantizar la gobernabilidad –especialmente en una sociedad con niveles tan bajos de interlocución como la chiapaneca-, sin embargo creo que se han olvidado demasiado de destinarle recursos a la infraestructura productiva.
Durante las dos últimas décadas, quizás con la excepción de las inversiones en Puerto Chiapas y en dos o tres proyectos más, ha sido demasiada precaria la ejecución de proyectos de infraestructura productiva en Chiapas.
Quienes encabezan estas decisiones han ignorado de facto que para que se desarrolle una estructura productiva antes, recalco, antes, el Estado debe construir la infraestructura productiva correspondiente.
Esta falta de visión recientemente alcanzó un nivel ridículo al promocionar la imagen de Chiapas en el resto de México y en el extranjero, invitando por todos los medios posibles a invertir en Chiapas, financiando incluso costosos banquetes con empresarios en el extranjero, cuando en realidad la promoción es la última fase de una estrategia exitosa de construcción de infraestructura productiva; la promoción se hace una vez que se han desarrollado las condiciones favorables para la producción y se ha creado un buen clima para los negocios, no antes; una vez creadas las condiciones favorable quizás ya ni sea necesario invitar con tanta insistencia a invertir en Chiapas, los inversionistas vendrán solos.
Los grandes inversionistas no son miopes, ellos responden a una lógica de mercado, bajo la cual se mueven a invertir a aquellas regiones y ramas económicas que les ofrecen una alta tasa de ganancias. Un inversionista racional hará su cálculo de beneficios netos, luego de lo cual tomará la decisión. No arriesgará, pues, una fortuna sólo porque le gustó el poster promocional de Chiapas o por la linda sonrisa del gobernador y su bella esposa.
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